Como lo prometido es deuda, vamos con un hilo-homenaje a Amadeo Labarta Rey, leyenda txuri urdin que guarda una gran historia detrás. #realsociedad
Nacido en Pasai Antxo en 1905, dio el salto a la Real en 1925 tras jugar en diferentes equipos locales. Amadeo era un bravo centrocampista conocido como 'El indio'. Destacó en los campeonatos regionales y disputó la triple final de Copa de 1928.
Ese mismo año acudió a los Juegos Olímpicos de Amsterdam, donde juegó los tres partidos y cayó eliminado ante Italia en los cuartos de final. La selección española solo convocó jugadores no profesionales.
En la temporada 28/29 se fundó La Liga y Amadeo figuró en la primera alineación txuri urdin, que empató con el Athletic en Atotxa (1-1). Formó una medular mítica junto a Trino y Marculeta.
Tras 11 temporadas, 257 partidos y 5 goles puso fin a su carrera en 1936 para dedicarse de lleno a su trabajo en la empresa bacaladera PYSBE. "El fútbol me absorbía demasiado tiempo como para seguir rindiendo como jugador".
Pero entonces estalló la guerra y tras la caída de Donostia Amadeo Labarta luchó contra la invasión del bando nacional en las cercanías de Bilbao, donde perdió un ojo y fue detenido. Pasó un tiempo en la cárcel de Ondarreta.
Tras la guerra fue segundo de Benito Díaz en la Real, entrenó a la Gimnástica Burgalesa y a Osasuna y volvió para ejercer como masajista en la época de Urbieta, a principios de los cincuenta.
En 1952 sustituyó a Fidel Terán como conserje y cuidador del césped de Atotxa, pasando a vivir en un pequeño piso que había sobre las taquillas del campo. Colgaban la ropa entre las columnas de las gradas de Duque de Mandas y Frutas.
Como cuidador del césped eran conocidas sus tretas para minimizar las virtudes del rival. Di Stefano llegó a afirmar que "el mejor jugador de la Real era el cuidador, ¡el tuerto! Inundaba el campo en las bandas, en las áreas, para que nos quedásemos varados"
Amadeo era el alma de Atotxa. Lo hacía todo. Desde marcar las líneas del campo hasta llevar café y refrescos a los jugadores al vestuario mientras cantaba flamenco, su otra gran pasión. También enseñaba el estadio a los jóvenes donostiarras que tocaban la puerta de su casa.
En 1983 recibió la insignia de oro y brillantes del club, dos años después de haberse jubilado.
Amadeo Labarta, una vida dedicada a la Real y a Atotxa.